El rol de la mujer en Argentina a principios del siglo XX
A principios del siglo
XX el “ciudadano ideal” era de sexo masculino teniendo en cuenta
que el Código Civil sancionado en 1869 establecía que la mujer
estaba bajo la tutela de padres o maridos. Por otra parte la mujer no
tenía acceso a cargos públicos ni derecho a voto. Se consideraba
que el ámbito propio de la mujer era el espacio privado-familiar
aunque allí también estaba sometida a la autoridad del varón. Por
lo tanto las responsabilidades de la mujer eran en principio las de
dar a luz, criar y educar a los hijos.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX se planteó un proyecto de nación de la élite que pretendía generar “ciudadanos ideales” de ahí la importancia de la maternidad y la educación en el hogar. La mujer desde el hogar era partícipe de ese proyecto político. Era fundamental controlar la elección de pareja que ella hiciera o cómo criaba a sus hijos, de ahí que la moralidad y la decencia en referencia al comportamiento sexual fueran tan importantes.
Con la llegada del fuerte aluvión inmigratorio, la élite se encontró frente a un problema apremiante que hacía peligrar la moralidad. Por tal motivo la Iglesia y el Estado trataron de imponer sus pautas de moralidad familiar a las clases populares. Los agentes culturales a cargo de transmitir esos valores especialmente dirigidos a la mujer fueron: la escuela, revistas, novelas, sermones de iglesia. Había que inculcar a las mujeres la moralidad de la élite. Existían asociaciones a cargo de esta función como la Sociedad de Beneficencia (damas de familias de la elite porteña) o las Damas de la Caridad.
Los cambios económico-sociales hicieron necesarios la incorporación de la mujer al mercado laboral ya que el acceso de la mano de obra femenina barata generaba mayor producción y disminuía los costos de la misma. Al mismo tiempo los movimientos feministas impulsaban a la mujer a romper con el modelo tradicional parcialmente sin abandonar su pretensión moralizante. Poco a poco la “mujer moderna” podía cultivar su inteligencia, trabajar, cuidar su belleza a condición de que no descuidara sus “deberes” de ama de casa, esposa y madre. Por lo tanto el ideal de la mujer moderna seguía ligado al ámbito privado-familiar (hogar-matrimonio-maternidad). Los trabajos a los que podía acceder debían encuadrarse en este esquema de pautas morales, como por ejemplo: empleada, docente, profesional siempre y cuando estas actividades no se “mezclaran” demasiado con el mundo de los hombres. En consecuencia el ideal de la mujer moderna era lo opuesto a la propuesta del feminismo y a la realidad de los sectores obreros. Sumado a esto había un metamensaje en relación a lo racial: las imágenes de publicidad, cine, revistas,etc. mostraban a esa mujer moderna de tez clara y rasgos europeos. Por supuesto que las imágenes del argentino modelo eran siempre varones (o mujeres-esposas) blancos, con cierto poder adquisitivo, “decentes”, con afán de progreso. En relación a lo laboral, había características diferenciales con respecto a los varones: ganaban un 40 % menos, se les exigía permanecer solteras, no se tomaban mujeres casadas o con hijos.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX se planteó un proyecto de nación de la élite que pretendía generar “ciudadanos ideales” de ahí la importancia de la maternidad y la educación en el hogar. La mujer desde el hogar era partícipe de ese proyecto político. Era fundamental controlar la elección de pareja que ella hiciera o cómo criaba a sus hijos, de ahí que la moralidad y la decencia en referencia al comportamiento sexual fueran tan importantes.
Con la llegada del fuerte aluvión inmigratorio, la élite se encontró frente a un problema apremiante que hacía peligrar la moralidad. Por tal motivo la Iglesia y el Estado trataron de imponer sus pautas de moralidad familiar a las clases populares. Los agentes culturales a cargo de transmitir esos valores especialmente dirigidos a la mujer fueron: la escuela, revistas, novelas, sermones de iglesia. Había que inculcar a las mujeres la moralidad de la élite. Existían asociaciones a cargo de esta función como la Sociedad de Beneficencia (damas de familias de la elite porteña) o las Damas de la Caridad.
Los cambios económico-sociales hicieron necesarios la incorporación de la mujer al mercado laboral ya que el acceso de la mano de obra femenina barata generaba mayor producción y disminuía los costos de la misma. Al mismo tiempo los movimientos feministas impulsaban a la mujer a romper con el modelo tradicional parcialmente sin abandonar su pretensión moralizante. Poco a poco la “mujer moderna” podía cultivar su inteligencia, trabajar, cuidar su belleza a condición de que no descuidara sus “deberes” de ama de casa, esposa y madre. Por lo tanto el ideal de la mujer moderna seguía ligado al ámbito privado-familiar (hogar-matrimonio-maternidad). Los trabajos a los que podía acceder debían encuadrarse en este esquema de pautas morales, como por ejemplo: empleada, docente, profesional siempre y cuando estas actividades no se “mezclaran” demasiado con el mundo de los hombres. En consecuencia el ideal de la mujer moderna era lo opuesto a la propuesta del feminismo y a la realidad de los sectores obreros. Sumado a esto había un metamensaje en relación a lo racial: las imágenes de publicidad, cine, revistas,etc. mostraban a esa mujer moderna de tez clara y rasgos europeos. Por supuesto que las imágenes del argentino modelo eran siempre varones (o mujeres-esposas) blancos, con cierto poder adquisitivo, “decentes”, con afán de progreso. En relación a lo laboral, había características diferenciales con respecto a los varones: ganaban un 40 % menos, se les exigía permanecer solteras, no se tomaban mujeres casadas o con hijos.
Desde el centenario de
Argentina la representación femenina evolucionó a partir del
conflicto entre los líderes de estado y las mujeres que cada vez con
más fuerza querían hacerse escuchar en público. Al mismo tiempo
que existían los movimientos anarquistas y socialistas entre los
obreros también habían comenzado las luchas por ganar el sufragio
femenino, por lo tanto estas eran consideradas casi subversivas por
el género masculino.
Desde 1910 hasta la llamada década infame de los '30 las mujeres continuaron rompiendo las barreras que separaban los ámbitos privados y públicos. Hay que considerar que Argentina se encontraba en lucha entre su pasado colonial y la modernidad. Temas como el prestigio, la raza, la proliferación de movimientos sociales, la transición de una forma de gobierno a otra o de un período de tradicionalismo a uno más moderno generaron una alteración en la representación de los géneros.
Desde 1910 hasta la llamada década infame de los '30 las mujeres continuaron rompiendo las barreras que separaban los ámbitos privados y públicos. Hay que considerar que Argentina se encontraba en lucha entre su pasado colonial y la modernidad. Temas como el prestigio, la raza, la proliferación de movimientos sociales, la transición de una forma de gobierno a otra o de un período de tradicionalismo a uno más moderno generaron una alteración en la representación de los géneros.
Tanto en Argentina,
Chile, Uruguay, Cuba, Costa Rica y Brasil las luchas de las mujeres
por obtener el acceso al voto, a la educación y al trabajo se
convierte en uno de los aspectos clave en el proceso de redefinición
de los roles de géneros y de construcción de la identidad nacional
y de un modelo ideológico hegemónico entre fines del siglo XIX y
principios de siglo XX.
El honor, la honra, la
fama, el buen nombre o reputación han sido preocupación de hombres
y mujeres a través del tiempo. La reputación era fundamental
principalmente para los inmigrantes, el honor era su capital
simbólico que le permitía a cualquiera acceder a un trabajo. En el
caso de la mujer existían prácticas “vejatorias” que daban
muestra de su “falta de buena reputación”. Por ejemplo, si un
marido suponía que su esposa tenía una relación extramarital le
cortaba el cabello a modo de transmitir la transgresión de la
conducta femenina y el acto de posesión del hombre. El corte de pelo
era una vergüenza para la mujer y no sólo le generaba un daño
físico sino que generaba un daño a largo plazo por el deshonor que
traía aparejado a nivel social.
Si la mujer decidía
huir del hogar por maltrato su reputación pública se veía dañada
considerablemente. Si una mujer casada huía con sus hijos legítimos
desatendía el Código Civil. En cuanto al maltrato físico era una
situación bastante habitual ya que formaba parte de la convicción
de aquella sociedad el hecho de que la mujer era propensa a las
transgresiones por su naturaleza débil. El hombre tenía un papel
corrector por ende los golpes perdían parte de su gravedad para
tornarse casi necesarios. Sólo cuando la violencia trascendía lo
doméstico podía llegarse a hacer una denuncia formal. Hay un
diálogo al respecto en “Las de Barranco”:
Doña María.-¿No es
canalla el que le pega a una mujer? ¿Qué es entonces?
Petrona.-Me pega
porque tiene celos, y tiene celos, y tiene celos porque me quiere, ¡y
eso no es ser canalla! ¿Sabe?
Doña María.-Pero ¿te
das cuenta de lo que estás diciendo, desgraciada?¿Quiere decir que
encontrás muy bien que te maltrate?¿Que te gusta que te golpee?
Petrona.-¡Eso
no!¡Pero desde que no hay otro remedio, qué se va a hacer!...¡Para
eso es hombre!
En cuanto a la belleza
se consideraba un valor en sí mismo que era transmitido por modelos
y actrices que se difundían en revistas primero y en televisión más
tarde. Azafatas, secretarias, camareras, se enfrentaban
cotidianamente a la tensión que se generaba entre belleza y
capacidad laboral. Existían por ejemplo los Premios de la Virtud que
se realizaban cada 26 de mayo en el Teatro Colón, con la
participación del Presidente de la Nación y autoridades de
gobierno. Este evento era organizado por la Sociedad de Beneficencia
y constituía un momento de afirmación pública de las creencias y
los valores de las damas de elite (tesón, honradez, amor filial) y
otorgaban premios a mujeres pobres con el deseo de ver encarnadas
estas virtudes en los sectores populares. Las damas de la élite se
convertían así en moralizadoras de la nación. Con los cambios que
surgen en torno a esta nueva mujer aparece un discurso científico
que las monitoreaba a ellas y sus cuerpos. La cuestión de la moral y
la sexualidad eran asuntos públicos. La literatura popular, el tango
y la milonga reflejaron estos cambios. Homero Manzi escribió uno de
sus tangos mostrando esta problemática:
“La
gente moralista rezonga sin razón que el mundo va en pendiente,
materia de moral que las mujeres de antes en contra de las de hoy
cuidaban el pudor y todo lo demás. Así mirando a bulto se puede
transigir pero las cosas cambian si entramos a mirar (…) Lo grave
es ser virtuosa con el ropaje de hoy.”
El teatro a su vez
formaba parte de este aparato ideológico. En 1920 se estrenó en el
Teatro Buenos Aires una obra de Ulises Favaro llamada “Premios de
la Virtud” que retrata la contraposición entre una hermana
virtuosa que ha sido premiada y otra que cayó en la deshonra de la
prostitución. Es un sainete, género que se caracterizaba por
estereotipar a sus protagonistas, lo patético en alternancia con lo
sentimental. Aunque aparecieron al mismo tiempo otros autores como
Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrére o Henrik Ibsen que
reflejaron la realidad que vivían las mujeres.
CONCLUSIONES:
La mujer en la
actualidad sabe que su papel no es el de ser madre y ama de casa
solamente. Ha logrado cambiar la imagen que tiene de sí misma. Puede
tener una profesión y desempeñarse en cualquier trabajo al igual
que el varón aunque diferenciándose todavía, por razón de sexo,
los porcentajes de ocupación de puestos de relevancia y políticos.
Todavía queda mucho camino por recorrer...
Bibliografía:
ADAMOVSKY,
EZEQUIEL, Historia
de la clase media argentina- Apogeo y decadencia de una ilusión,
1919-2003. Editorial
planeta, 2010. Buenos Aires, Argentina.
TOSSOUNIAN,
Cecilia “Proyecto
postdoctoral de Dr. Cecilia Tossounian”,
"Identidades
nacionales,género y globalización en Argentina 1918-1939”
MASIELLO,
Francine. Between
civilization and barbarism. Women, Nation and Literary Culture in
Modern Argentina.
University of Nebraska Press, 1992, USA
http://books.google.com.ar/books?hl=es&lr=&id=cuY7Gxdz2xkC&oi=fnd&pg=PP13&dq=masiello+francine&ots=ytZiKQxiH9&sig=t8Ic723xU-4Lx4227o0tR4KFlN0#v=onepage&q=masiello%20francine&f=false
Revista
Montalbán N° 34, Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela
http://www.ucab.edu.ve/montalbanucab.html
SÁNCHEZ, FLORENCIO.
M'hijo el dotor. Editorial Kapelusz. 1969. Buenos Aires,
Argentina.
DE LAFERRERE, GREGORIO.
Las de Barranco. Editorial Cántaro. 2002. Buenos Aires,
Argentina.
IBSEN, HENRIK. Casa de
muñecas. Editorial Cántaro. 2002. Buenos Aires, Argentina.